El ingeniero Alejandro Calderón Licón fue el autor de muchas construcciones relevantes en su época, como la casa del gobernador Quevedo, en la avenida Cuauhtémoc, frente al edificio Empresarial, en 1936, el antiguo edificio de El Heraldo, en las calles Aldama y 15ª, para el coronel José García Valseca; obras de tendido de tubería para la introducción de agua potable, por medio de su empresa, "Construcciones Urbanas Calderón", casas de interés social frente al cuartel de la Quinta Zona Militar.
También construyó el Mercado de Ávalos y casas para obreros de la Americana Smelting (Asarco), así como la escuela en la colonia Americana de esa localidad, en 1950, sin dejar fuera el edifi cio del Club Social; no pocas construcciones de fraccionamientos urbanos, junto con los arquitectos Esparza y Lafón, las escuelas Niños Héroes y Melchor Guaspe, por encargo del alcalde expreso Pablo Amaya, tras el obligado concurso de licitación pública, el edificio del Instituto América, en 1956; los dos edificios del Centro Librero La Prensa, de don Bonifacio Martínez y numerosas obras públicas y privadas. La construcción de la escuela primaria Melchor Guaspe fue muy aplaudida por la sociedad de aquel tiempo y se elogió tanto la voluntad del edil Amaya como la calidad de la obra hecha por el ingeniero Calderón. Don Alfonso Escárcega escribió en 1952: La obra es grandiosa.
El municipio de Chihuahua no es municipio rico, sin embargo, nuestro presidente no raja e invierte, peso sobre peso. El cupo de la escuela es para 700 alumnos. Tiene 14 salones de clases, siete en la planta baja y siete en la parte alta. La construcción es sencillamente magnífi ca. Sus amplios corredores son imponentes; su auditorio, que servirá para desayunos escolares y salón de gimnasia, da la impresión de comodidad y en toda la fabricación de la escuela resalta el material de primer orden usado. Los pisos son de losa asfáltica. Aquí viene lo relativo al ingeniero Calderón: El proyecto, hecho con amor, porque el autor de él entiende la cosa social por entero, se debe al ingeniero don Alejandro Calderón, habiendo tenido la colaboración inteligente de su hermano, el arquitecto Gonzalo. Hay un dato que no es posible pasar desapercibido: el proyecto lo sometió a la consideración del Consejo de Arquitectura, así como el presupuesto correspondiente.
Fue por ello de los más célebres constructores del Chihuahua de antaño. Su vida va asociada íntimamente a grandes logros, sea en planos técnico, económico y de funcionalidad. Aún a sus 82 años, don Alejandro se mantenía sólido como muchas de sus construcciones y cuando se le entrevistó para las memorias de la Canaco en su libro El Comercio en la Historia de Chihuahua, su autor se asombró de su excelente memoria para relacionar fechas, sucesos, nombres y lugares.
Don Alejandro nació el 12 de febrero de 1908 en esta capital de Chihuahua, concretamente en la calle Nicolás Bravo, a unos pasos del templo de la Sagrada Familia. Fueron sus padres don Ernesto Calderón, originario de Satevó y doña Felícitas Licón, de Rosales, Chihuahua. El oficio de carpintero que su padre desempeñara durante muchas décadas, seguro tuvo que haber influido en la apreciación espacio- temporal de don Alejandro, quien fue tornero y cortador de piezas de madera, que luego se trasformaban en muebles como roperos, sillas, sillones, cajones, entre otras. Cursó los seis años de primaria en la famosa Escuela Anexa la Normal, bajo la guía de las profesoras doña Lucrecia Casavantes, María Edmée Álvarez y doña Beatriz Carlota Maceyra. Al término de la educación elemental fue alumno de preparatoria en el Instituto Científico y Literario en 1921, pero debió suspender sus estudios por ser muy dado a terminar los trabajos en la carpintería, lo que le quitaba mucho tiempo.
Fue hasta 1927 cuando partió al Distrito Federal a iniciar su educación. Ingresó allí al Instituto Politécnico Nacional, entonces Instituto Técnico, donde obtuvo en 1933 el grado de ingeniero, así, a secas (ahora sería el equivalente a ingeniero arquitecto, es decir, con formación para diseño de estructuras, pero con la óptica de funcionalidad, de estética y de máximo aprovechamiento de espacio). Se convirtió de esa manera en el primer chihuahuense egresado de las escuelas técnicas del país. Regresó a Chihuahua en 1934 para dedicarse de lleno a su profesión.
Su congregación en la industria de la construcción chihuahuense sería unos meses después, cuando el gobernador del estado, general Rodrigo M. Quevedo y el alcalde Eugenio Prado otorgan el triunfo en el obligado concurso al ingeniero Calderón, para que levantara un gimnasio que se convertiría en símbolo del deporte estatal y que sería sede en numerosas ocasiones de hechos de basquetbol que aún recordamos con agrado el gimnasio "Rodrigo M. Quevedo", bautizado así después por los méritos del ejecutivo referido. Y cosa curiosa, el inmueble se levantaría sobre el terreno donde fuera la escuela primaria del ingeniero Calderón. La obra prendió por el pertinaz entusiasmo de otro chihuahuense de los grandes, Leonardo "Nayo" Revilla.
El presupuesto autorizado fue de 64 mil pesos, pero la siempre perniciosa infl ación hizo que el costo total fuera del orden de los 80 mil pesos. El gimnasio se hizo "con toda la mano" y finalmente fue inaugurado en 1935, en un tiempo récord de construcción de 14 meses. Para ello se concertó como juego de apertura un encuentro del campeonato nacional de basquetbol. La resistencia del gimnasio fue notable, hasta que la evidente falta de mantenimiento hizo que las autoridades tomaran la decisión de demolerlo en 1981, no sin la creciente oposición de muchos sectores de la vida productiva y deportiva de la ciudad. Hubo desplegados en la prensa casi a diario y las cartas que recibía el gobernador Óscar Ornelas no fueron pocas. Don Alejandro Calderón fue invitado por don Alfonso Escárcega, entones cronista de la ciudad, a que presenciara los inicios de la demolición, como padre que fue de la hasta entonces útil obra.
Qué triste debió haber sido para el ingeniero Calderón asistir al tiro de gracia para su agónica construcción, ya que de ninguna manera podrían quedar en el olvido sus visitas diarias a la Presidencia Municipal para recoger el dinero de nómina y pago a proveedores y peones, ni tampoco los complicados cálculos ni los muchos planos hechos por él. Don Alejandro fue electo presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Chihuahua para el año de 1953, teniendo como antecesor a don Alfonso Escárcega y como sucesor a don Juan Enríquez Alcalá.
La mesa directiva de Canaco en 1953 tuvo como vicepresidente a Juan Enríquez Alcalá; secretario, Jesús Lagarreta; tesorero, Carlos Medina Gil y vocales, Juan Fornelli, Leopoldo Mares Jr., Mario Gómez Camacho, Alejandro Pinoncelly, Juan F. Creel y Miguel A. Oleas Siqueiros. Antes, en 1951, el biografiado había sido parte de una terna para la designación de presidente municipal de Chihuahua debido a la dimensión del alcalde Crisóforo Caballero. En dicha terna estuvieron José I. Aguilar, el ingeniero Calderón Licón y Pablo Amaya, este último quien fue el edil, nombrado por el gobernador Óscar Soto Máynez. El ingeniero Calderón vertió valiosas opiniones cuando la magna obra de la canalización del río Chuvíscar en 1955.
Desde entonces había las sugerencias de dejarlo a cielo abierto, como ha sido siempre, o bien, cubierto, lo que no se hizo debido a los altos costos que aún hoy en día son sumamente elevado. Se unió en matrimonio en 1938 a Clara Ollivier, con quien procreó ocho hijos: María Luisa, Clara, Alejandro, Ernesto Antonio, Francisco, Elena, Jorge y Eduardo. Permaneció hasta la fecha en que se elaboró este trabajo (1991) retirado de la construcción desde fi nales de los años 50. No obstante, uno de sus hijos siguió sus pasos en lo que a brillantez en la construcción respecta. Se trata de Alejandro, que ostenta la patente de los "puentes tridimensionales", un sistema muy bien acogido en Inglaterra, Japón y Estados Unidos, y a donde ha sido llamado para explicar los detalles técnicos. Alejandro hijo fue el ingeniero proyectista del puente de la autopista a Juárez, situado en Sacramento.
Tomado del libro: "EL COMERCIO EN LA HISTORIA DE CHIHUAHUA" edición 1991; El heraldo de Chihuahua